Cuando uno viaja a Olmos para
visitar el bosque seco, aquella zona de vida cubierta por las especies
arbóreas: algarrobo, sapote, overo y faique, entre las principales, uno puede
disfrutar de ese hermoso ecosistema y no se puede imaginar cómo hace para
sobrevivir ante la constante intervención humana como la tala para producción
de carbón, el pastoreo de ovinos, caprinos, equinos y bovinos, además del avance de la agricultura que elimina los árboles y arbustos protectores del suelo. Al
margen de ello, cualquier visitante puede quedar maravillado si visita este
lugar entre los meses de diciembre y marzo.
Sucede que en diciembre el bosque
se encuentra completamente seco, se puede ver el suelo árido solo cubierto por
algunos árboles que cada vez están más distantes entre ellos, el soto bosque y
el pasto que cubría gran parte del
terreno ya fue consumido por el ganado de los lugareños o simplemente se ha secado. Sin embargo, desde
el mes de enero también empieza la cuenta regresiva en espera de la llegada de
las precipitaciones, hay que empezar a cruzar los dedos y pedirle
silenciosamente al altísimo que derrame buen volumen de lluvia, y si no fuera
mucho pedir, que sea distribuido en varios días, para que el bosque deje de estar
seco.
Cuando pregunto a algunos amigos
de los caseríos El Porvenir, La Victoria y El Mango, qué tal fue este año 2016 en
términos de precipitación, me dicen que fue bueno. Pero cómo puede ser bueno si
solo fueron seis días de lluvia; créanlo o no, es suficiente para que el bosque
rejuvenezca, no habrán sido intensas pero mojaron y la humedad llegó a los 80
centímetros de profundidad del suelo, es
una medida que los lugareños usan como indicador de calidad de precipitación.
Con los seis días de lluvia se puede
ver que el bosque ha reverdecido nuevamente, la energía latente en las semillas de los pastos que
estaban regadas por los suelos del bosque ha sido activada con las pequeñas
gotas de agua que van cayendo del cielo. Y comienza un nuevo ciclo de vida en el bosque
hasta las lluvias del siguiente año, si Dios así lo quiere.
El bosque es sinónimo de agua y
el agua es vida, reducirlo o cambiar su capacidad de uso significaría un avance
de la desertificación y por ende una pérdida de suelo. El manejo de la
regeneración de las especies arbóreas
sería una buena alternativa para recuperar la cobertura forestal que se
está perdiendo.
Si se protegiera con cercos individuales a cada
uno de los pequeños arbolitos que han germinado de manera natural este año, después de las
lluvias, ayudaría a mejorar la sobrevivencia de la población de los principales
árboles de este ecosistema.