lunes, 23 de mayo de 2016

EL BOSQUE SECO DE OLMOS

Cuando uno viaja a Olmos para visitar el bosque seco, aquella zona de vida cubierta por las especies arbóreas: algarrobo, sapote, overo y faique, entre las principales, uno puede disfrutar de ese hermoso ecosistema y no se puede imaginar cómo hace para sobrevivir ante la constante intervención humana como la tala para producción de carbón, el pastoreo de ovinos, caprinos, equinos y bovinos,  además del avance de la agricultura que elimina los árboles y arbustos protectores del suelo. Al margen de ello, cualquier visitante puede quedar maravillado si visita este lugar entre los meses de diciembre y marzo.

Sucede que en diciembre el bosque se encuentra completamente seco, se puede ver el suelo árido solo cubierto por algunos árboles que cada vez están más distantes entre ellos, el soto bosque y el pasto que cubría  gran parte del terreno ya fue consumido por el ganado de los lugareños  o simplemente se ha secado. Sin embargo, desde el mes de enero también empieza la cuenta regresiva en espera de la llegada de las precipitaciones, hay que empezar a cruzar los dedos y pedirle silenciosamente al altísimo que derrame buen volumen de lluvia, y si no fuera mucho pedir, que sea distribuido en varios días, para que el bosque deje de estar seco.

Cuando pregunto a algunos amigos de los caseríos El Porvenir, La Victoria y El Mango, qué tal fue este año 2016 en términos de precipitación, me dicen que fue bueno. Pero cómo puede ser bueno si solo fueron seis días de lluvia; créanlo o no, es suficiente para que el bosque rejuvenezca, no habrán sido intensas pero mojaron y la humedad llegó a los 80 centímetros  de profundidad del suelo, es una medida que los lugareños usan como indicador de calidad de precipitación.

Con los seis días de lluvia se puede ver que el bosque ha reverdecido nuevamente, la energía  latente en las semillas de los pastos que estaban regadas por los suelos del bosque ha sido activada con las pequeñas gotas de agua que van cayendo del cielo.  Y comienza un nuevo ciclo de vida en el bosque hasta las lluvias del siguiente año, si Dios así lo quiere.

El bosque es sinónimo de agua y el agua es vida, reducirlo o cambiar su capacidad de uso significaría un avance de la desertificación y por ende una pérdida de suelo. El manejo de la regeneración de las especies arbóreas  sería una buena alternativa para recuperar la cobertura forestal que se está perdiendo.

Si se protegiera con cercos individuales a cada uno de los pequeños arbolitos que han germinado de manera natural este año, después de las lluvias, ayudaría a mejorar la sobrevivencia de la población de los principales árboles de este ecosistema.