Hoy me levante temprano y sentado
viendo como inicia el día recordaba cuando dejé crecer unos faiques en el
jardín de mi casa en Olmos, también recordaba que María, la madre de mi esposa,
olmana como ella sola, se oponía rotundamente en ceder un espacio para nuestros
espinudos árboles. Los argumentos de María eran precisamente que aquellos árboles
son espinudos además no sirven para nada.
Cuando me ausentaba por algún
tiempo lejos de Olmos, María aprovechaba para arrancar alguno de los faiques pequeños;
a mi retorno lo primero que yo hacía era contarlos y les pedía que crezcan,
claro que eso se lo decía a los que aún quedaban. Me sentía fastidiado pero solo
me quedaba explicar una y otra vez las razones por las que quería que aquellos
árboles adornaran mi hogar- vamos señito,
no vuelva a arrancar mis arbolitos, ellos nos darán sombra, evitarán que el
viento nos llegue con fuerza y producirán comida para el ganado, además yo sé cuántos
faiques tenemos, siempre los cuento- creo que en algún momento una luz
iluminó a María y dejó de arrancarlos.
Pero no solo fue mi querida
suegra la que desconocía los beneficios de mis pequeños faiques, también fui
motivo de bromas de algunos vecinos que al pasar por mi casa además de
saludarme, como bienvenida aprovechaban para mofarse de mi locura por cultivar
un árbol que sin ayuda y dedicación crecía en el campo -que haces cultivando ese faique je, je, jé… si eso crece solito en el
campo, vas a llenar de espinas tu casa-. No es tan cierto que el faique crezca
solo, cuando es pequeño es apreciado por el ganado y aunque hay bastante regeneración
no todos prosperan, en otras palabras no todos llegan a la adultez.
Hoy cuando empecé el día me paré
frente a esos hermosos faiques que adornan la parte posterior de mi casa;
estaban grandes, ya pueden proteger de los rayos del sol a la tierra que cubre
sus raíces, sus hojas secas sirven como abono al suelo y sus frutos; mis
faiques están llenos de frutos.
Hoy coseché unos cuantos frutos y se los enseñé a
María:
- Mire lo que puede cosechar del faique
- Qué bien, ponlas junto con la comida de las cabras, se las van comer con gusto
- También he podado algunas ramas, se las dejé al alcance de las cabras y se las están comiendo.
- ¡Sí, se las comen y no se hincan con las espinas!
- Ya ve señora María, podemos usar el fruto y las hojas del faique para alimentar el ganado caprino.
- Sí, qué buen árbol y eso que ni lo regamos.
Contemplando muy emocionado a mis
faiques, no paraba de ver lo bien que quedaron después de una pequeña poda.
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